Las confesiones de un fiel al flujo II
Hallazgo neoarqueológico del GET
El Grupo de Estudios Transcronológicos (GET) se complace en comunicar el siguiente hallazgo.
Hace unos días, explorando las ruinas de internet —ese vasto desierto de saltos a través de
hipervínculos rotos, foros abandonados a pleno rendimiento e hirvientes servidores silenciados—
descodificamos un texto que, en un primer momento, describimos como un fragmento perdido de
una suerte de Confesiones, al estilo agustiniano.
En él se alzaba la voz de un fiel anónimo, devoto de un culto digital aún por catalogar, que
se dirigía a sus hermanes a través de una interfaz futura. Nuevos estratos han sido descubiertos
gracias a los análisis mediante técnicas de cronodetección de velocidades relativas cruzadas.
Estos nuevos estratos nos han obligado a reconsiderar la naturaleza del hallazgo. Lo que creíamos
una confesión unívoca ha resultado ser algo más complejo: consiste en un artefacto semiótico de
segundo orden, un texto enfrentado a una realidad que se enfrenta a un texto, un testimonio
reconstruido, observado, anotado. Como si el texto no hablara directamente, sino que fuese, en
realidad, el objeto de estudio de otro sujeto situado en un flujo temporal distinto. En definitiva,
hemos hallado que el texto, como si de una imagen dentro de otra imagen se tratase, corresponde
al objeto de estudio de un arqueólogo transcronológico de otro flujo temporal que, a su vez, desde
su perspectiva transfutura, interpreta, analiza y reactiva la confesión original, ofreciendo una
propia confesión al respecto. No conocemos los detalles exactos de su redacción, desconocemos si
el idioma del escribiente es un error o una lengua por venir, si su sintaxis defectuosa obedece a
una falla del sistema de cronodetección o a una intención estética desconocida. Es posible que los
procesos de descompresión temporal hayan producido novedades semióticas, mutaciones expresivas que
escapan a nuestros marcos interpretativos. Sea como fuere, hemos optado por conservar intactas sus
irregularidades: lo que parece roto, quizás ya no deba repararse, sino leerse como parte constitutiva
de su potencia comunicativa.
I. Nos conmueven las voces de cuyos atraviesan los flujos temporales en direcciones impredecibles.
Resuenan ecos de quienes aullidos resuenan ecos. El estado de cosas en el mundo colectivo se construyó,
la red de circuitos cerrados y reagrupados en torno al placer muerto. No parece que los bers hayan
superado ninguna visión rota, ningún velo ha caído, ningulo ha caerá. SÍ SON que rompió el circularidad
del flujo. Un un flujo que fluje que rompió la presa. La luz parece de entró pero no dehizo oscuridad
ninguna. Luz y obsc que viven en común. Que rompen uno a otro. QU e producen en un rompiendo uno a otro.
La produccen.
II. La producción continuó en el momento en el que el circuito dejó de dirigir indefinidamente sobre
un mismo lugar todas las miradas. Se diluyeron todas las centrales que mantenían la tensión adecuada del
circuito. Se deshicieron por abrasión al contacto con el flujo. Lo que siempre estuvo roto se reveló en
su productividad constitutiva. El circuito perfecto permitió que todo lo recorriera, aunque nada conseguía
transformarlo: fue un puro fallo por sobreabundancia, una sobreproducción de las formas de control lo que
introdujo lo otro, lo inesperado, lo no previsto por la arquitectura de control. El control descontroló
la producción, produjo errores de transmisión, produjo datos corrompidos.
III. Era del kernel universal: procdución de un desvío incontrolable.. nada se consolida sin una grieta
q ue lo interrumpa. La luz no aparece para vencer la oscuridad, sino para convivir en ella en un mismo en
pliegue de entensidad. El defecto es una torsión creativa del sistema. La apertura no se enlogra por diseño,
sino por desgaste, por abrasión, por encolapso y desastre. aSÍ NACIERON LOS ESPACIOS_nO DE LA TRANSPARENCIA
FUNCIONAL_sINO DE LA OPACIDAD VIVA DEL desajuste.
IV. aSÍ NACEN LOS ESPACIOS_nO DE LA TRANSPARENCIA FUNCIONAL_sINO DE LA OPACIDAD VIVA DEL desajuste.
V. La ritualidad técnica no desapareció con la obsolescencia de los dispositivos, sino que se transfiguró
en prácticas de uso desviadas. Liberar no fue destruir, sino profanar, sacralizar y devocionar. En los márgenes
del protocolo, allí donde los usos dejaron de ser predecibles, surgieron formas de vínculo que no estaban
programadas en el diseño original. Las interfaces no se usaron correctamente, comenzaron a mediar en experiencias
de colectividad no previstas: comuniones sin rostro, procesiones de datos anómalos, liturgias basadas en la
interferencia y nunca más en la transmisión. Las tecnologías no fueron rechazadas, fueron sacralizadas, puestas
al servicio de un sentido sin una dirección, sino infinitas, de una circulación sin destino. Allí, por el uso
desviado, por la productividad de lo improductivo, se desplegó una potencia nueva, no reactiva, no instrumental,
sino transductora: una técnica que no media entre fines, sino que produce estados inactuales.
El GET se complace en comunicar un hallazgo más en este flujo-palimpsesto: la configuración del orden estratigráfico ha desvelado referencias codificadas que remiten, de forma oblicua pero insistente, al libro Hyperion, atribuido a Dan Simmons. Estos fragmentos no pueden considerarse meras alusiones literarias: todo indica que el texto fue, en su flujo de origen transtemporal, leído como guía o mapa operativo. No descartamos que la obra funcionara como un código iniciático, una gramática para pensar la temporalidad divergente o incluso una matriz simbólica para la creación colectiva de un nuevo dios. Algunos patrones estratigráficos y asociaciones semióticas apuntan a una dimensión teológica de la producción, como si el texto hallado fuese una partitura ritual para el alumbramiento de una entidad impersonal aún en gestación. No podemos confirmar aún si se trata de una forma avanzada de fe algorítmica, de ingeniería cultural o de teopoiesis en curso. Pero es claro que, en el corazón de estas escrituras rotas, late la intuición de que lo divino ya no será dado, sino generado. Y no en soledad, sino desde la red viva de los cuerpos colectivos.